Breve teoría del estatuismo

Breve historia del estatuismo en El Salvador.

El arte tiene también

la satisfacción de la fantasía,

y esta es más inocente e inofensiva

que cualquier otra,

porque la belleza lleva consigo

la medida de las medidas…

Federico Nietzsche

El estatuista

Mi nombre es Damián Torres, tengo 25 años. Estudio y me dedico a la elaboración de postres y de bisutería a base de papel reciclado, además de dedicarme al estatuismo humano (Rodarte S.V.)

El estatuismo o estatua humana es un arte de ilusión, el cual tiene como objetivo representar con nuestros cuerpos de carne y hueso esculturas hechas en piedra, metal madera e, incluso, representamos maniquíes vivos. La ilusión se centra en tratar de convencer al público observador de que se es una escultura inerte. Esto se logra atreves de 4 técnicas: inmovilidad, textura, maquillaje y mirada fija hacia lo llamado punto fijo (el punto fijo como técnica en el estatuismo es concentrar la mirada durante varios minutos sin parpadear en un objeto o punto imaginario en la distancia). Además, conlleva técnicas teatrales para la representación visual de personajes, expresión corporal y pantomima. Coloquialmente, se dice que este arte tiene su origen moderno en Argentina, se desplazó a España donde se proliferó y se convirtió, posteriormente, en una rama artística practicada en todo el mundo.

Sin embargo, se tienen datos de que en el antiguo Egipto se practicaba como parte del entretenimiento en actividades realizadas para los faraones. En la antigua Roma los soldados se postraban frente a las puertas del imperio pintados con cal, simulando ser estatuas para vigilar quien ingresaba a su territorio. Era una técnica de espionaje.

Mi historia en el estatuismo comienza en el 2016. Mi amigo y poeta Wally Romero me introdujo al mundo de la literatura, realizábamos un performance en las plazas que consistía en ponernos de pie en una silla de madera y recitar poemas. Corrijo, más bien, gritar poemas al público transeúnte, quienes ocasionalmente nos daban monedas y se unían a recitar con nosotros. Increíblemente se volvían parte de nuestras locuras poéticas. Recuerdo estas palabras “grito versos por monedas, saco para los cigarros y las pupusas, gente me escucha, gente me ignora, amigos me acompañan y recitan conmigo”, una vez dichas, leíamos toda clase de literatura, romántica y de protesta contra el sistema, y poemas de nuestro puño y letra, sobre todo. Ancianos y prostitutas que visitaban la Plaza Morazán fueron nuestros primeros espectadores y los primeros aplausos que recibimos.

Desde esos días que Wally y yo comenzamos a recitar poesía en las plazas, sin darnos cuenta, abrimos un espacio, una puerta para que más artistas se tomaran las calles para generar conciencia, ya que ese espacio era asediado por la delincuencia y prostitución antes de su remodelación. No creo que nadie nos considere precursores dentro del espacio, pero eso no importa, lo que importa es que hoy por hoy es un punto de convergencia artística.

El extinto café cultural MAKTUB, con el cual estaré eternamente agradecido, vio nacer una generación nueva de estatuas humanas dentro del centro histórico, ya que este arte se practicaba irregularmente desde hace más de 20 años acá en El Salvador, específicamente en el Paseo del Carmen, los Planes de Renderos y la Universidad del Salvador, pero fue el extinto colectivo Tilintuk de estatuas humanas, al cual pertenecí, el encargado de regar este arte a través de todo el país. Esto gracias a la iniciativa de un artista urbano de origen hondureño llamado Alfredo Lino, quien nos entregó las bases y el conocimiento disciplinario para realizarlo.

Realizar este arte conlleva muchos retos con las personas que te observan, desde nuestros inicios, nuestra sociedad falta de arte y cultura nos entregó gran aceptación, pero nunca falta gente irrespetuosa, ignorante, borrachos o drogadictos de las calles que nos hacen pasar un mal rato, o ponen a prueba nuestras capacidades de concentración y profesionalismo artístico para mantenernos en personaje, cuando una situación anormal se nos presenta (en mis años de estatua me he hecho amigo de muchos vendedores ambulantes, indigentes, niños de la calle quienes te muestran la admiración y respeto más sincero que he podido ver en los ojos de quien me observa).

Por ejemplo, hace unos años en las afueras del teatro me encontraba realizando mi performance con la estatua del caballero, un aparente feligrés de la iglesia evangélica comenzó a insultarme, a llamarme prostituta —se confundió por mi cabello largo y el maquillaje que refina las facciones toscas de mi rostro—, me golpeó con un rollo de cartón, me escupió los pies y oró de rodillas frente a mí, alegando que oraba para que los demonios de mi interior fuesen expulsados. Este evento tuvo una duración de 30 minutos o más. Yo esperaba que alguna autoridad apareciese y me ayudara, pero no pasó nada. Todo ese tiempo me mantuve en personaje, tenía un público quizás de 40 personas y en mi mente dije “dejare que este señor continúe agrediéndome, insultándome, lo que le venga en gana”, pues deseaba ver si mi público me rescataba. Pero no pasó. Cuando un agente del CAM llegó y lo retiró del lugar, la gente aplaudió, dio gracias que alguien llegó a ayudarme y se quejaron porque ninguna autoridad me ayudó antes. Me aportó con propinas y me felicitaron por mi paciencia y performance. Me sentí decepcionado de mi pueblo, pues, aunque veamos el mal frente a nosotros nunca surge una chispa de heroísmo o indignación para ayudar a otro, somos simples espectadores de lo que está mal en el mundo. Pero existen más personas buenas que malas en el mundo. Jamás me he sentido intimidado o reprimido por autoridades como el ejercito o la policía, ellos nos muestran su admiración. Tal vez los gobiernos locales son las piedras de nuestros caminos, ya que muchas veces las alcaldías tratan de censurar el arte o generar algún ingreso a través del cobro de impuestos a artistas callejeros, para hacer uso de espacios públicos que por derecho de ley de cultura podemos utilizar.

Hay personas que te trasmiten buenas energías; otras descargan sus malas energías en ti; otras te ignoran; otras personas van tan perdidas en sus mundos interiores que tropiezan contigo; otras se asustan; otras ríen, otras se llenan de intriga y curiosidad y se quedan paradas frente a mí, observándome fijamente, analizando si estoy vivo o no; se quedan inmóviles, inertes tratando de resolver su duda y, sin darse cuenta, están utilizando las mismas técnicas para hacer estatuismo. Están haciendo estatua igual que yo, sin estar maquillados ni vestidos.

Me llena de placer y felicidad sacarle sonrisas a la gente. Llevar la estatua a lugares donde la gente menos se lo espera, paradas de buses, mercados, calles, no solamente en plazas y lugares turísticos. Para llamarnos artistas urbanos debemos llevar el arte a donde menos la gente se lo espera.

He realizado varios personajes, los trajes los elaboramos nosotros mismo reciclando ropa o diseñándola, o rediseñándola, utilizando botones de una camisa, las mangas de otra y el cuello de una tercera para crear una sola. El reto en el país es encontrar maquillaje, varios optan por elaborarlo ellos mismos. La elección del personaje color y temática es muy propia de cada artista, con lo que más se sienta identificado. Mi primer personaje fue un poeta frustrado sentado frente a la máquina de escribir, solía inventar versos en el momento y regalarlos a la gente. A veces eran románticos, casi siempre de conciencia ambiental y política. Otro personaje muy querido por mi público ha sido el Trovador y el Arlequín. El Trovador tuvo dos facetas, el Trovador sin voz, porque no sé cantar, pero luego encontró su voz y le cantaba al amor. Este personaje fue creado en honor a todos esos guitarristas y trovadores que visitan la Plaza Libertad por las tardes. El Arlequín fue elaborado por ser un personaje alegre y de fiestas, lo creé para asistir al carnaval de San Miguel varios años. El Arlequín era la única persona que podía burlarse de los reyes para entretenerlo, además de fungir también como concejero de este. Todos mis personajes contienen una historia escrita cerca de mis pies, la cual trata de hacer conciencia sobre la igualdad de persona a persona y cómo todos merecemos respeto, mensajes para valorar el arte.

Como mencioné antes, he representado variedad de personajes: el Trovador sin voz en honor a la música y el amor, el Escritor en honor a la literatura, el Caballero que da un mensaje de respeto, tolerancia y exclusividad. El Arlequín en honor a la alegría y el gozo, el Cipitío, el Padre sin Cabeza, el Catrinas y catrines, Bailarín, Mimos, la Muerte y hasta el nacimiento de Cristo.

Creo que mis últimas palabras serán que le doy gracias al arte por abrirme un mundo diferente dentro de una sociedad agobiada por el desempleo, inseguridad, incertidumbre y pobreza. A través del arte encontré el amor, tengo una familia la cual tiene pan en la mesa y, al mismo tiempo, continúo estudiando para superarme gracias al arte.

Mi trabajo me satisface y es un estilo de vida.

Ante una sociedad conflictiva, ante un país sin oportunidades, ante un panorama incierto, los hombres y mujeres de este país en colapso, tendrán que reinventarse,

¿Qué papel representa en el mundo artístico?

¿O simplemente su fin es encontrar una forma de vida justificable en el Arte?

El estatuista surge desde una perspectiva económica, esa búsqueda de oportunidades no encontradas en la mayoría de jóvenes en El Salvador. Es lamentable pensar que el arte está evolucionando hacia otras expresiones artísticas, y creer que la sociedad está capacitada para apreciar expresiones escénicas como estas. En los últimos años, se ha diversificado este tipo de trabajos, producto de ese encuentro del yo productivo no convencional, y es preciso señalar que el sector informal no es la salida más viable para resolver los problemas económicos-laborales de un país. Sin embargo, esto más bien es un acercamiento al colapso y desorden social, en sentido de que no hay instituciones o gobiernos que administren esa acelerada masificación de los mismos.

En este rubro encontramos zanquistas, malabaristas, cirqueros, clowns, mimos, estatuas humanas, etc., agrupadas bajo la insignia de RODARTE, cuyo significado recae en artistas rodantes, itinerantes, artistas de calle, de parque, de avenida, artistas sin lugares determinados. Esto es, más bien, la otra cara oculta tras un disfraz, enfocado en un personaje; estas expresiones artísticas se replican en varias partes de Latinoamérica, específicamente en Argentina, Colombia, México, Guatemala, El Salvador y, probablemente, en ciertas partes de España y Francia, con los llamados Mercados Ambulatorios o Mercaditos de Trueques; pero, en algún momento determinado de la historia, tendríamos que abrazar estas tendencias y otros tipos de estilos de vida artísticos.

Cabe mencionar que lograr los espacios públicos, como los alrededores de la Plaza Morazán, en el Centro Histórico de San Salvador, o el parque temático de El Principito, en Ciudad Merliot, para los artistas de calle no ha sido fácil. El Ministerio de Cultura al parecer ha sido uno de los primeros obstáculos que los artistas han tenido; por consiguiente, el apoyo de la comuna de San Salvador ha exigido la agrupación del gremio para la gestión de espacios. Esto —aseguran ellos— les ha funcionado y facilitado las cosas.

El nuevo paradigma de la cultura viva comunitaria exige mirar el esfuerzo de las masas y potencializar las expresiones colectivas desde su territorialidad. Celio Turino denomina, por ejemplo, los puntos de cultura; la sociología plantea que no hay sujetos aculturales, por el mismo hecho de que no hay sujetos asociales; esto quiere decir que todo lo que el individuo vive, hace y piensa es cultura, aunque en el trasfondo la finalidad es apropiarse del arte y la cultura como tal, por el mismo hecho de que antiguamente pequeños grupos privilegiados eran los únicos que tenían acceso al arte propiamente. Ese tipo de arte correspondía a un tipo de sociedad específicamente; estas mirillas, mas bien, llevan un trasfondo de vino tinto, con el fin de desmitificar todos los procesos artísticos-culturales.

Definamos entonces estatua. El diccionario Quillet manifiesta que es una “figura de bulto labrada a imitación del natural”. E.H. Gombrich plantea en su tratado de Historia del Arte que “no existe, el Arte. Tan solo hay artistas”. Aunque esta premisa haya sido escrita para definir a los artistas plásticos, Gombrich nos arrastra hasta un padecimiento expresivo del artista; queda claro que su observación va hacia los artistas modernos y critica constructivamente el hecho de que los artistas renacentistas, y quizá los artistas de las cavernas, elegían sus pigmentaciones de forma rudimentaria, “tierra colorada”, (pero es claro que la modernidad facilitó las exigencias mismas de la vida, el comercio, la política, los medios de comunican y por supuesto para el arte y la literatura, la materia prima y los recursos didácticos parecen ser infinitos).

He llegado a pensar que el estatuismo guarda elementos cercanos con la escultura en la antigüedad, ese proceso manipulador de esculpir un personaje o un busto. Además, la estatua ha estado más allegada al cristianismo primitivo en tanto objeto de contemplación divina, de receptor de plegarias, de cierta conexión con el mundo espiritual. Desde esa focalización, la escultura es la representación simbólica de una entidad, de un dios que se inmola en un pueblo o cultura determinada. Pareciera que la estatua pasa al plano del paganismo y, posteriormente, esa utilidad cambia a un plano artístico. Por ello, Grecia expone a sus míticos dioses; Roma a sus sabios césares y a sus inmortales guerreros.

La escultura se vuelve entonces un objeto artístico; con la llegada del Renacimiento, los escultores como Miguel Ángel la acercan nuevamente al plano religioso y espiritual.

Me inclino a pensar que el estatuismo está cercano al arte de la escultura o, al menos el estatuista debe teoría y praxis al arte mismo de esculpir un producto acabado como la escultura. Imaginemos el proceso minucioso, detallado y laborioso que requiere una escultura, un busto simplemente, aunque los escultores del renacimiento partieron de modelos primos específicos para concebir sus obras terminadas, cuyo carácter está a menudo subordinado a su finalidad arquitectónica, (esto tiene que ver con evolución de los grandes ciclos pictóricos de los siglos XIII y XIV se relacionan con las directivas espirituales y la prosperidad económica de las órdenes monásticas mayores. Baste recordar las empresas de Cimabue, de Giotto), a esa mirada religiosa imperada por la Iglesia católica. Un estatuista parte desde una idea precisa de modelo para representar su papel, modelo en algunos casos no concreto, (debido a falta de recurso económico para lograr enteramente el personaje. Stanley nos comenta que su personaje “Dandi”, es un personaje no acabado), pero sí teorizado. La modernidad facilitó los materiales al artista plástico —lo dije anteriormente— y, al mismo tiempo, hizo germinar, resurgir un nuevo modelo de artista (la historia se encargará de juzgar si son artistas o no), EL ESTATUISTA,

NO la estatua humana, propiamente, porque la estatua humana es precisamente el sujeto pensante, el sujeto creador, el artista.

¿Debemos considerar a las estatuas humanas artistas?

No lo sé, no tengo los criterios exactos para decir si lo son o no, pero sí, creería que el artista es un sujeto pensante, un sujeto que abona a los procesos artísticos y culturales. Sin dejar la gracia de lado, creería que los estatuistas están cercanos, más bien, a las artes escénicas, pero también a la práctica circense, sin olvidar que el teatro tiene su propia estructura y funcionalidad. Por supuesto, un desarrollo escénico; por el contrario, un estatuista podría ser un personaje sacado de una obra teatral. Me inclino a creer que están más allegados al quehacer circense, por el simple hecho de la proyección que guardan con el público, inclusive en algunos casos sus transformaciones se asimilan a duendes, payasos, bufones, personajes de Disney, etc. Sin embargo, sería justificable el pensar que es un teatro de calle, teatro urbano, teatro ambulante, inclusive, no dudaría que los estatuistas tienen la destreza y la habilidad de sus expresiones.

Sea como sea, la puesta en escena de una estatua humana requiere de mucho cuidado y paciencia; elegir un personaje, al menos, conlleva bocetear un esquema, un dibujo más o menos exacto de lo que se busca; por consiguiente, escoger los materiales para el vestuario lleva un proceso en algunos casos de días o meses; los negocios de ropa usada y accesorios se vuelven una prioridad para los artistas, en esos lugares suelen encontrar insumos para sus personajes. En última instancia, hay que echar a andar el arte de la costura y la decoración hasta lograr el personaje previamente estudiado. A simple vista parece algo sencillo, pero no lo es, agregado al minucioso trabajo del vestuario, el equilibrio en escena es otra disciplina. No resulta fácil, en principio, pasar inmóvil por largo rato, sin mover siquiera los ojos y la boca, hasta que una moneda ejerce el movimiento inmóvil de las extremidades, la respiración comprendida se exhala y con ello, pareciese se libera también el alma.

He manifestado que el artista tiene que reinventarse, es natural que el ser humano manifieste su forma de mirar el mundo a partir de pequeños actos heroicos o transcendentales, es un heroísmo en el sentido en que abona a su existencialidad y es probable que sea transcendental a medida que la expresión se mantenga vigente en el tiempo. Las nuevas políticas culturales plantean que el sujeto-artista, debe lograr un proyecto de vida (mediante el arte) que sea sostenible en el tiempo; la sostenibilidad depende, en algunos casos, de la proyección y el enfoque que se tenga. En nuestro país, hace al menos unos diez años, las estatuas mantenían una figura sólida y etérea entorno al público. El Cine Teatro de la Universidad de El Salvador, bajo algunas puestas en escena de César Pineda, fue escenario de diversas estatuas que adornaban la entrada del recinto con el objetivo que en el espectador surgiera la curiosidad, pero las estatuas nunca pasaron de ese plano de modelaje y, quizá también, artístico, ¿fue la evolución o involución económica y social la que aquejumbró a cierto tipo de personajes a reinventarse la vida?

El ciudadano común y convencional mira las estatuas como un objeto de atracción, como un personaje al cual le pueden tomar una fotografía, luego postearla en redes sociales. La modalidad está proyectada a un mercadeo, porque son las estatuas mismas las que han fijado la cuota de un dólar para fotografiar.

¿Cómo funciona una estatua viviente?

Su mecanismo es sencillo. No existe perilla ni manivela con la cual darle cuerda, sus movimientos de manos y pies están programados y determinados por la mínima cantidad de 25 centavos de dólar. El ciudadano, el niño o la niña se acerca, deposita una moneda en la cajita y la estatua se mueve mágica y metódicamente.

Conceptualización del estatuista

“Me maquillo, me delineo los ojos, resalto mis pupilas, minuciosamente agrego una base de color a mi rostro, a mi cara natural que pronto se transformará a un personaje que estudio, intuyo, presiento y recreo. Suelo ser el espejo de un personaje que no representa mi propio yo, pero soy ese, una especie transformada en ángel o demonio, mariposa, soldado, dictador, reina, un personaje manipulable, creado por mis propias manos e invención. En días normales, incluso, olvido quién soy y el otro yo me ataca, me persuade a hacer cosas, a pensar como él, me induce a su melancolía hecha tiempo y olvido, me invalida, me inmoviliza, me pone en un plano de observador… He llegado a creer que ni siquiera soy yo mismo, aunque en el fondo sigo siendo yo”.

Bibliografía

Obras completas, Tomo II, Federico Nietzsche. Tratados filosóficos, Pág., 248. Ediciones Aguilar, 1962. Buenos Aires.

La escultura florentina cuatrocentista, Emilio Cecchi, Pág. 4. Ediciones Hispano Americana, 1961. México.

La historia del arte, E. M. Gombrich, Pág. 15. Ediciones Phaidon, 2011. New York.

Diccionario Enciclopédico Quillet, Tomo III, Pág. 586. Ediciones Grolier Internacional, Inc. New York.