La ficción de la Constitución

Quienes habitamos los márgenes, las fronteras marcadas por líneas invisibles y opresiones que pesan en el cuerpo, nos encontramos con la posibilidad de pensar en una Constitución de la República con menos tintes republicanos y más formas comunes de organizar la vida desde la colectividad diversa.

El 24 de agosto de 2020, el presidente Nayib Bukele aprobó el Acuerdo Ejecutivo número 295, en el que delega al vicepresidente Félix Ulloa para la coordinación del estudio y la propuesta de reformas a la Constitución. Más tarde, el 17 de octubre de 2020, Félix Ulloa presenta ante los medios de comunicación a los integrantes del ahora en adelante llamado Equipo Ad Hoc que estudia las propuestas de reformas a la Constitución de la República. Con estos eventos, se abrió la entrada en la que habita la posibilidad de repensar el Estado y el sostén normativo de este sistema de gobierno.

Si bien es cierto que es una propuesta emanada desde el régimen de Nayib Bukele, no hay impedimento para repensar la Carta Magna, nombre extravagante para una de las utopías más acechadas. Entonces, la puerta se abrió y el vicepresidente Félix Ulloa ya invitó a las iglesias, al ministro de la Defensa, René Merino Monroy, a especialistas del sector salud y personalidades que se autodenominan “provida” para discutir el tema del aborto.

¿Sería esto repensar la ficción que habitamos? ¡No lo creo! En las diferentes versiones de la Constitución aparecen de forma constante las palabras “Dios”, “iglesia”, “moral”, “honor”, “familia” y “justicia”. Hasta la fecha, estas palabras hacen el mundo que habitamos y nos habita, por lo tanto, la discusión que hasta ahora se ha tenido sobre las posibles reformas a la Constitución no apuntan a una ruptura con las actuales formas de organizar la vida.

Alineado al régimen de Nayib Bukele, el vicepresidente se ha tomado la tarea de construirle a su presidente un mundo ad hoc a sus aspiraciones colonialistas, capitalistas y patriarcales.

¿Has visto que las plantas rompen el concreto y florecen? Así las ideas de otras formas de pensarse revientan la institucionalidad y plantean las posibilidades de una Constitución, por ejemplo, pensada desde las juventudes. Este no es un sueño guajiro. El 27 de enero de 2021, 52 organizaciones de los 14 departamentos de El Salvador entregaron a todos los partidos políticos en contienda la “Plataforma Legislativa de Juventudes 2021-2024”.

Esta Plataforma contiene propuestas de reforma a la Constitución y leyes secundarias. En cuanto a las reformas, la Plataforma propone reconocer a las juventudes desde el rango etario de los 18 a los 35 años para comprometer al Estado con esta población que pone los homicidios, llena las cárceles y habita la precariedad como si no existiese otra forma de ser y estar en esta tierra. También plantea elevar a rango constitucional derechos fundamentales como el derecho a la vivienda; el reconocimiento de los y las afrodescendientes salvadoreñxs, y el derecho humano a la alimentación. Las organizaciones también recomiendan revisar la visión de que la persona humana no surge desde la concepción, y la creación de mecanismos que imposibiliten la instrumentalización de la Fuerza Armada y la Policía Nacional Civil.

Si bien es cierto que estas propuestas no son disruptivas porque no pretenden salirse de los lineamientos de la hegemonía colonialista, capitalista y patriarcal, sí son posibilidades concretas de organizar la vida desde la cosmovisión de un estadio de la vida constantemente marginado, las juventudes. 

La afrofeminista decolonial Ochy Curiel hace un análisis crítico del discurso del texto de la Constitución Política Colombiana de 1991 en su libro “La nación heterosexual”. Para sostener que la Constitución no es una simple ley fundamental que da vida a órdenes jurídicos secundarios, Curiel retoma al teórico Ferdinand Lasalle, pensador y activista socialista del siglo 19. Este dice: “La Constitución de un país es: la suma de los factores reales de poder que rigen en ese país”. Y Ochy Curiel lo refuerza con la afirmación de que “la Constitución no es un simple código, sino más bien una compilación de discursos y simbolismos que ponen de manifiesto distintas relaciones de poder”.

La Constitución de la República de El Salvador es la compilación de discursos de exclusión, la retórica de un Dios castigador y una justicia que solo se carga a un lado de la balanza. Es un proyecto empresarial con réditos para los gerentes del poder hegemónico y migajas para las poblaciones que ponen en el cuerpo para sostener esta ficción.

Si esto se trata de un cuento que otro escribió y debemos vivirlo sí o sí, entonces pido que se agregue la historia en la que la vida se organiza desde la pluralidad de sentipensares, comunidades autónomas y cuerpos libres de símbolos religiosos.