Un día eres un vigoroso joven idealista con ganas de cambiar al mundo hasta que, en un abrir y cerrar de ojos, un día te despiertas y eres un adulto amargado y cansado que apenas y pudo cambiar su propia vida.
Todos pasamos por esa etapa ingenua en la que creemos que vamos a cambiar el mundo con nuestras ideas. No somos capaces de notar que si lo que el mundo necesitaba para mejorar era los sueños de un joven idealista, ya viviéramos en mundo perfecto.
Nuestra inmadurez no nos permite darnos cuenta que estamos siendo dolorosamente idealistas.
Muerte e impuestos
Me da ternura ver a ese joven universitario cargado con furia porque acaba de descubrir el diabólico sistema. Lleno de sueños y energía –además de tener un metabolismo privilegiado– está comprometido con toda causa noble, con el desvalido y, por supuesto, con cambiar el mundo.
Todas estas esperanzas están (sobre)cargadas por la droga recreacional que acabas de descubrir musicalizado por rock alternativo indie o alguna suerte de poesía.
Sin embargo, sobre-analizando todas las opciones que tenías para cambiar el mundo, tu carrera, las responsabilidades y rutinas se comieron años de tu vida y, sin percatarte, ya estás en tus treintas.
El sistema no solo te comió sino que te masticó y te escupió vivo.
No sabes a dónde se fueron 10 ó 15 años, pero sí comenzaste a enfrentar que quizás no vas a cambiar el sistema, mucho menos el mundo.
Madurar y crecer puede ser duro, porque madurar es soltar muchas cosas que definían nuestra identidad. Y no lo digo para ser melodramático, todo está lejos de estar perdido. Todos estos cambios no solo son inevitables sino que necesarios.
Conforme han pasado los años me he dado cuenta que el mundo no es tan bonito cómo creí, pero también descubrí que tampoco es tan malo como creí en mi oscura juventud.
Todo es cuestión de perspectiva.
Encontrar canas antes de cumplir treinta me asustó tanto que hasta comencé a revisar todos los días mi pelo para ver si me estaba quedando calvo. Envejecer no solo golpeó mi vanidad sino que también me obligó a enfrentar mi mortalidad. Años después me da risa pensar que pudieron preocuparme esas cosas y solo me siento afortunado de tener abundante cabellera.
El tiempo no ha pasado en vano. He cometido muchos errores y aprendiendo a lidiar con las consecuencias en lugar de escapar de ellas, he podido reconciliarme con el idealista angustiado que todavía vive en mi cabeza.
En gran parte se lo debo a vivir, pero también me ayudó leer sobre filosofía y sobre pragmatismo radical.
Este concepto me ha servido en mi vida personal y profesional, y también puede servirte a ti, sin importar qué edad tienes.
Pragmatismo Radical
La primera vez que leí sobre este concepto fue en un blog del escritor Ryan Holiday, quien lo describe de la siguiente manera:
Necesitamos comenzar a pensar como pragmatistas radicales –ambiciosos, agresivos y sembrados en ideales, pero también eminentemente prácticos y guiados por lo que es posible.”
A simple vista este concepto puede parecer un oximorón.
El pragmatismo es, después de todo, un movimiento filosófico norteamericano de carácter empirista que considera los efectos prácticos de una teoría como el único criterio válido para juzgar su verdad; mientras que el radicalismo es por definición un conjunto de ideas y doctrinas que pretenden una reforma total o muy profunda en el orden político, moral, religioso, científico, o en cualquier otro aspecto de la vida.
Pero al poner juntos ambos términos creo que nos da como resultado una herramienta para ver la vida: enfócate en cambiar tu vida para afectar tu entorno hasta donde sea posible.
Cambiar al mundo –o el sistema– no es imposible, simplemente no se logra en una vida. Es un trabajo colaborativo que consta de muchos pasos pequeños y el primero y más importante es tomar control sobre nuestra vida.
En resumen, pensar de esta forma me ha permitido sintetizar valiosas lecciones que he aprendido en los 35 años que he viajado a bordo de esta maravillosa canica azul:
Aprender a tener paciencia
La vida no es un sprint, es un maratón. Hay suficiente tiempo para todo si te organizas y algunas cosas no se pueden acelerar sin importar lo que hagas.
Dos cosas pueden ser ciertas
En la vida real no existen los héroes ni los villanos porque nada en este mundo es absoluto. Todo tiene su matiz. Desde opiniones y “verdades”, hasta conceptos de lo malo y lo bueno, todo es una serie de grises.
Si te enojas, pierdes
No te tomes en serio ni a ti ni a tus ideales porque podrían estar equivocados y en necesidad de actualizarse. Escucha y observa todo para tomar lo que va contigo y dejar ir lo que no.
Todos estamos luchando
Sin importar quién seas o dónde estés, al final del día, todos estamos solos dentro de nuestra cabeza luchando con nuestras inseguridades y temores. Comprender esto te dará más empatía y te ayudará a comprender que…
El mundo no gira alrededor tuyo
No todo lo que pasa gira a tu alrededor, de hecho la mayoría de cosas no son sobre ti. Esto de vivir no es una novela y si lo fuera, tú no serías el protagonista. No eres persona de interés y nadie está buscando atacarte o destruirte.
***
Finalmente, si vas a rebelarte contra algún sistema, que sea con tu propio sistema.
Dominarte a ti mismo, tus inseguridades y miedos es lo más difícil que vas a hacer pero también es lo más dignificante y gratificante que puedes hacer en tu vida. Este es el primer paso para comenzar a cambiar el mundo.